martes, 31 de agosto de 2010

Del amor

Dijo Almitra: háblanos del Amor
Y él alzó su cabeza, miró a la gente y la quietud descendió sobre todos. Entonces, con fuerte voz dijo:
Cuando el amor os llame, seguidlo aunque su camino sea duro y penoso. Y entregaos a sus alas que os envuelven, aunque la espada escondida entre ellas os hiera. Y creed en él cuando os hable, aunque su voz aplaste vuestros sueños como hace el viento del norte, el viento que arrasa los jardines. Porque, así como el amor os corona, así os crucifica. Así como os crece, así os poda. Así como os asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra. Como a gavillas de trigos él os une a vosotros mismos. Os desgarra para desnudaros. Os cierne, para libraros de los pliegues que cubren vuestra figura. Os pulveriza hasta volveros blancos. Os amasa, para que lo dócil y lo flexible renazca de vuestra dureza.
Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros por ese conocimiento en un fragmento del corazón de la Vida. Pero si vuestro miedo os hace solamente buscar la paz y el placer del amor, entonces sería mejor que cubriérais vuestra desnudez y os alejárais de sus umbrales. Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da más que de sí mismo y no toma más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído porque el amor es suficiente para el amor.
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él, si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.
El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero si amáis y no podéis evitar tener deseos, que vuestros deseos sean estos:
Fundirse y ser como el arroyo, que murmura su melodía en la noche.
Saber del dolor del exceso de ternura.
Ser herido por vuestro propio conocimiento del amor.
Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertar al alba con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Despertar al mediodía y meditar en el éxtasis amoroso.
Volver al hogar cuando la tarde cae, volver con gratitud.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.

(Del libro El Profeta)

miércoles, 4 de agosto de 2010

Oportunidad

Difícil resulta encontrar ese rumbo

pero más difícil es empezar a recorrerlo,

encontrar a tantos que van en la misma dirección,

algunos perdidos de vista desde hace tiempo,

a otros los tendremos que abandonar ahora.

Saber cuándo comenzar el trayecto

es un desafío

que nos da la medida de lo que

verdaderamente queremos ser,

de lo que realmente somos,

de nuestro carácter.

Es indispensable conocer el momento justo

de emprender la nueva ruta

transitaremos por senderos

inevitablemente pedregoso,

con atravesamientos propios y ajenos.

Procesos mediadores que habrá que vencer y desoír

hasta conformar nuestra propia ruta crítica,

nuestro mapa.

Será preciso no tomar atajos

de manera que sintamos la necesidad,

el deber y el honor

de ser nosotros mismos.

Sólo así llegaremos a la cima

que es darse cuenta (no saberlo)

que tenemos que protagonizar el cambio.

Es el autodesarrollo, la paz, el salto a esa felicidad…

Este viaje puede realizarse solo

aunque suele llevarse mejor en parejas

porque es la plenitud del ser humano,

debe llevar su ritmo,

pero no se puede descuidar el tiempo

ya que perderíamos el momento justo,

porque no podemos seguir el rumbo

si no conseguimos dejar atrás,

lo que ya no está con nosotros.


Raúl Reyes Fernández


martes, 20 de julio de 2010

Sobre el arte de un escritor (Eduardo Galeano)


El mío ha sido un largo camino hacia el desnudamiento de la palabra: desde las primeras tentativas de escribir, cuando era jovencito en una prosa abigarrada, llena de palabras que hoy me dan vergüenza, hasta llegar a un lenguaje que yo quisiera que fuera cada vez más claro, sencillo, y por lo tanto más complejo, porque la sencillez es la hija de una complejidad de creación que no se nota ni tiene que notarse.

Uno siente primero que el trabajo intelectual consiste en hacer complejo lo simple, y después uno descubre que el trabajo intelectual consiste en hacer simple lo complejo. Y un caso de simplificación no es una tarea de embobamiento, no se trata de simplificar para rebajar de nivel intelectual, ni para negar la complejidad de la vida y de la literatura como expresión de la vida. Por el contrario, se trata de lograr un lenguaje que sea capaz de transmitir electricidad de vida suprimiendo todo lo que no sea digno de existencia.

Para mí siempre ha sido fundamental la lección del maestro Juan Carlos Onetti, un gran escritor uruguayo muerto hace poco, que me guió los primeros pasos.

Siempre me decía: "Vos acordate aquello que decían los chinos (yo creo que los chinos no decían eso, pero el viejo se lo había inventado para darle prestigio a lo que decía); las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio". Entonces cuando escribo me voy preguntando: ¿estas palabras son mejores que el silencio?, ¿merecen existir realmente?

Hago una versión, dos o tres, quince, veinte versiones, cada vez más cortas, más apretadas: edición corregida y disminuida.

Inflación palabraria El problema de la inflación monetaria en América Latina es muy grave, pero la inflación palabraria es tan grave como la monetaria o peor; hay un exceso de circulante atroz. Algunos países han tenido éxito en la lucha contra la inflación monetaria pero la inflación palabraria sigue ahí, tan campante. Lo que me gustaría, modestamente, es ayudar un poquito a esa lucha contra la inflación palabraria. O sea, poder ir desnudando el lenguaje. Es el resultado de un gran esfuerzo, y no concluido, porque nace cada vez: a mí me cuesta escribir ahora tanto como cuando tenía 15 ó 16 años y lloraba ante la hoja de papel en blanco porque no podía.

¿Función social?

La literatura tiene siempre una función, aunque no sepa que la tiene, y aunque no quiera tenerla. A mí me hacen gracia los escritores que dicen que la literatura no tiene ninguna función social. A partir del momento que alguien escribe y publica está realizando una función social, porque se publica para otros. Si no, es bastante simple: yo escribo en un sobre y lo mando a mi propia casa, pongo "Cartas de amor a mí mismo" y me emociono al recibirlas. Pero es un círculo masturbatorio (no quiero hablar mal de la masturbación, tiene sus ventajas, pero el amor es mejor porque se conoce gente, como decía el viejo chiste).

Es imposible imaginar una literatura que no cumpla una función social. A veces la cumple, y es jodido, en un sentido adormecedor, a veces es una literatura del fatalismo, de la resignación, que te invita a aceptar la realidad en lugar de cambiarla, pero a veces es una literatura reveladora, reveladora de las mil y una caras escondidas de una realidad que es siempre más deslumbrante de lo que uno suponía. Por otro lado me parece que lo de la literatura social es una redundancia porque toda literatura es social. Muchas veces una buena novela de amor es más reveladora y ayuda más a la gente a saber quién es, de dónde viene y a dónde puede llegar, que una mala novela de huelgas. No comparto el criterio de una literatura política que además, en general, es aburridísima.

FIN